En los ocasos rojos, cuando el sol se oculta tras la línea
verde de bosques lejanos, el cielo se tiñe de un púrpura muy subido y en el río
se retrata la belleza de la creación, surge del
alma emocionada un sentimiento de gratitud y se eleva cual murmullo de
oración hacia Dios - Creador, por tanta belleza cotidiana.
Cuando las flores estallan en colores y el aroma embriaga al
aire; cuando millones de estrellas titilan en el infinito y la luna, viajera de
siglos, refleja su pálida luz en la laguna, cuando tanta belleza se abre ante
los ojos, surge de nuestro ser la alabanza natural ante tanto portento.
Así también cuando la amistad se expresa con hechos
increíbles y los paisajes espirituales superan las bellezas de la naturaleza;
desde la misma profundidad de nuestro íntimo sentir, parte la palabra simple,
transparente y cantarina como agua de manantial, para decir, sencillamente : Gracias, Señor, porque me
diste un amigo. Gracias, Señor...!
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