Sobre esto y aquello
Por Guido Rodríguez
Alcalá
Cuando se pretendió instalar una fundidora de aluminio sobre el Paraná
comenzaron los cuestionamientos en ambas márgenes del río, en Itapúa y Posadas.
La inquietud se debía a la falta de un estudio del impacto ambiental de la
fundidora proyectada por la empresa Río Tinto. Era lo que correspondía hacer,
porque la contaminación no se detendría en la frontera entre el Paraguay y la
Argentina, cuyos residentes no estaban informados.
Ahora la preocupación
binacional se centra en Ñeembucú y Formosa, por la intentada instalación de una
planta nuclear en la provincia argentina. En rigor, va más allá de las dos
localidades fronterizas, porque un accidente nuclear puede afectar un área
mucho mayor. No existe planta nuclear sin riesgo, ha dicho un estudio
científico realizado en Alemania, país que ha decidido cerrar todas sus plantas
nucleares para 2022. Y conste que las plantas alemanas figuran entre las más
seguras del mundo; no por improvisación sino por el dominio de la materia se ha
decidido prescindir de la energía nuclear.
El Gobierno
paraguayo, por su parte, ha demostrado una alarmante indiferencia. En julio del
año pasado, el presidente Cartes dijo que no había que apresurarse para opinar
sobre el asunto. Para entonces, el científico argentino Raúl Montenegro había
publicado alarmantes informaciones sobre la decisión de CAREN y sus
consecuencias. Cartes no se mostró alarmado: en declaraciones recientes, recalcó
las excelentes relaciones entre el Paraguay y la Argentina. Altos funcionarios
de su equipo dijeron que, si se instala el reactor, el Paraguay podría venderle
uranio y, de paso, familiarizarse con una forma alternativa de energía, porque
la hidroeléctrica ya no nos bastará.
Aparentemente, el
Gobierno paraguayo acepta como un hecho la construcción de la planta, o por
desinformación o por el deseo de mantener buenas relaciones con el vecino. Yo
concuerdo con que debemos mantener buenas relaciones con los vecinos, pero
estas no deben conducir a la aceptación de lo rechazado por ellos mismos. Debe
recordarse que la empresa Dioxitek, la encargada de la construcción, tiene
plazo hasta octubre de este año para retirarse de la ciudad de Córdoba; se le
ha prohibido mudarse a otras localidades de la provincia de Córdoba
(Despeñadero, Río Tercero y Embalse), y no se la acepta en La Rioja ni en
Mendoza.
Las buenas relaciones
no pueden basarse en una aceptación pasiva de las imposiciones, sino que exigen
un disenso racional. Existen instancias internacionales donde el Gobierno
paraguayo puede y debe hacer valer su oposición sobre un emprendimiento
peligroso para los paraguayos y los argentinos, dando un gran paso hacia la
consolidación de las buenas relaciones regionales. Por desgracia, no se le nota
mucha voluntad de hacerlo.
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