Este comentario que transcribimos, lo escribió el Prof. Mazó
y fue publicado el 17 de julio de 1983, año de la gran inundación. “Era una época
en que el derecho a informar y la libertad de prensa estaban restringidas,
hasta para los empresarios, dueños de medios. Todo se pintaba color de
rosa. Se necesita un poco de coraje y habilidad para escribir y contar la
verdad” Mazó
Cambiando términos, corrigiendo algo superado en esta época,
hay una historia que se repite. No buscamos, con transcribir este trozo casi
literario, criticar ni minificar la situación actual. Simplemente, al notar
diferencias, aseverar el viejo dicho: “La historia se Repite” y agregar: “Cuando
no se rectifican los errores, ni se corrigen las falencias”.
By: Nicolás Mazó
PILAR
GRITA, PIDIENDO AYUDA
(Por Carlos Alberto
Mazó Miers-Corresponsal Diario ABC Color)
Pilar comienza a recuperarse físicamente.
Una vez más el esfuerzo casi mítico de su pueblo, o del resto de su pueblo,
hace que sus barrios se liberen de las aguas. El hecho causa alegría y tristeza
al mismo tiempo. Porque aunque uno quiera dar las espaldas a la realidad, la
realidad está allí para decirnos su patética verdad: estamos recuperando una
ciudad que muestra vestigios dolorosos del fenómeno. Casa derruidas, calles
simplemente lindas antes de la inundación, hoy llenas de heridas. Y sobre todo
el silencio de esas casas y calles desiertas que gritan una dolorosa ausencia.
Nos cansamos de contar el número de evacuados cuando la suma
llegaba a un poco más de 14 mil personas. Y todavía permanece en nuestra retina
y nuestro corazón la impresión fuerte de ver a las familias, casi desesperadas,
que abordaban los buques portando sus enseres.
De
pronto, de un día para el otro, la alegría que ponían los niños, en las calles,
el trajín de los laboriosos obreros, el ruido de vehículos, todo, todo calló. Y
ahora, con la recuperación de viviendas que suman ya miles, persiste el
silencio.
Los pilarenses quieren regresar a su ciudad, llegan hasta
ellos la noticia de la recuperación de sus barrios. Pero la vuelta está
dolorosamente condicionada. Si vuelven, les espera la falta de medios para
conseguir alimentos. Así de simple es la cuestión: no hay fuentes de trabajo
para ellos porque, en la lucha, la naturaleza borró en pocas horas lo que costo
tantos años construir.
Se debe
implementar ocupaciones, medios para ganar el pan honradamente. Como Dios
manda. Robustecer una economía endeblemente pobre. Rehabilitar una producción que
nunca fue importante satisfactoria. Y todo ello se debe hacer sin caminos, sin energía
y sin medios económicos. Los que vivimos aquí, aunque lo deseamos, no queremos
el regreso masivo del pueblo evacuado porque no sabríamos que hacer con ellos,
porque somos conscientes de la inseguridad tremenda de no contar con los medios
para brindarles un pedazo de cristiano pan. Y esto resulta más doloroso todavía.
Cuando el 24 de Mayo las aguas inundaban esta ciudad, paralizándola
el problema fue grave. Entonces ya se pensaba en lo que vendría después. Y ese después
está frene nuestro ahora, inmenso en su crudo realismo. Pilar, que nunca
progresó como se quisiera, como otras comunidades hermanas, ha retrocedido en
el tiempo muchos años. Está sumida hoy en la oscuridad, en el silencio, sin
fábricas, sin talleres, sin sus grandes comercios, sin su alegría.
Por eso esto no es un comentario, sino un grito patético. Una
angustia grande que cobra formas y tiene dimensiones y se traduce en una palabra:
Ayúdennos…Ayúdennos para que los pilarenses regresen. Ayúdennos para que
podamos trabajar y encontrar en medio de tanta oscuridad un camino limpio y un
poco de luz y esperanza.
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